maría, madre de la iglesia
Madre de la Iglesia
maría, madre de la iglesia
Madre de la Iglesia
La imagen de María, Madre de la Iglesia, se ha convertido en una de las devociones más arraigadas y representativas de la Hermandad desde su fundación. Esta sagrada imagen de la Santísima Virgen ha estado presente en la Parroquia desde los años 70, un período en el que la comunidad parroquial buscaba fortalecer su identidad y devoción mariana.
La escultura fue realizada por el renombrado escultor jerezano Manuel Prieto, un artesano cuyo taller era conocido por su meticulosa atención al detalle y su habilidad para crear obras que evocan una profunda espiritualidad. La imagen fue esculpida en madera de pino, un material elegido tanto por su durabilidad como por su simbolismo, y fue ricamente estofada en oro y óleo, técnicas tradicionales que realzan la majestuosidad y la belleza de la Virgen.
Un aspecto notable de esta obra es que toma como modelo a Nuestra Señora de la Oliva, una venerada imagen de la localidad sevillana de Lebrija. Esta referencia a Ntra. Sra. de la Oliva añade un vínculo especial con la tradición artística sevillana, pues la original fue realizada por el insigne imaginero Alonso Cano a mediados del siglo XVII. Cano, uno de los artistas más destacados de la época, es conocido por su capacidad para infundir a sus obras un equilibrio perfecto entre lo humano y lo divino, una característica que también se refleja en la imagen de María, Madre de la Iglesia.
La única ocasión en que esta imagen ha procesionado fue en 1996, un evento de gran relevancia dentro de la vida de la parroquia. Este hecho ocurrió en el marco de la celebración del 25 aniversario de la fundación de la Parroquia, un hito que marcó un cuarto de siglo de fe y devoción en la comunidad. La procesión fue un momento de gran significado, en el cual los fieles pudieron rendir homenaje a la Virgen en un acto cargado de emoción y espiritualidad, sellando así la profunda relación entre la imagen y la parroquia.
Hoy en día, María, Madre de la Iglesia, sigue siendo un símbolo de esperanza y consuelo para todos los feligreses, un recordatorio constante de la protección maternal de la Virgen sobre su comunidad. Su presencia en la parroquia no solo enriquece la vida espiritual de sus devotos, sino que también actúa como un lazo que une a generaciones pasadas y presentes en un mismo espíritu de fe y devoción.